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martes, 3 de mayo de 2016

SEPULTURAS ROMANAS DE ALMUÑÉCAR

RITOS FUNERARIOS ROMANOS
Los romanos solían incinerar los cadáveres para que el alma pudiese volver a su lugar de procedencia, el cielo, pero antes de ello se realizaba todo un complejo ritual que se iniciaba antes de la espiración del enfermo. 

Cuando a un romano se le acercaba la muerte, era colocado sin ropa sobre la tierra, la madre que lo acogió tras el nacimiento y que ahora lo recibe tras la muerte. Tras agonizar, el beso de un familiar despedía al difunto. Su nombre era repetido por tres veces en diversas ocasiones a lo largo del funeral, es lo que se conoce como conclamatio.

A continuación, el cadáver se lavaba y cubría de ungüentos para evitar una rápida descomposición.
Las plañideras contratadas, praeficae, se lamentaban llorando con los cabellos revueltos y llenos de ceniza.
El cadáver, ya vestido con las mejores galas, se exponía durante varias horas o días en un catafalco, con ramos de flores en torno, en el atrio de la casa, mientras se hacía sonar una caña hueca para ahuyentar a los malos espíritus y se perfumaba el ambiente con incienso.




Tras el velatorio el difunto era conducido al lugar de cremación o inhumación en una especie de procesión en la que participaban las plañideras contratadas, músicos, bailarines y portadores de antorchas, además de familia y amigos. En el cortejo fúnebre se portaban las las imágenes de los antepasados del finado, como si participasen en el acto. Si el féretro era transportado por esclavos, estos recibían la libertad tras el funeral, si no, lo llevaban familiares.



Una vez llegados al la necrópolis o cementerio, el ataúd se colocaba en una pira sobre un altar. Antes de la incineración se sacrifican los animales que él amó en vida y se quemaban sus cuerpos, seguidamente se le cortaba un dedo al difunto, sobre el que se echaban tres puñados de tierra, se le abrían los ojos al cadáver para que viese el ascenso de su propia alma, a la pira se arrojaban ofrendas como alimentos y perfumes y se prendía fuego. Para terminar se viertía agua y vino sobre la pira.



Los restos del difunto se recogían y enterraban, o se introducían en una urna para ser llevados al columbario.

Las almas de los difuntos que habían sido personas de bien se convertían en dioses Manes que eran honrados en las casas, en ellas tenían un lugar específico para colocar sus imágenes que era respetado y visitado con frecuencia por la familia. Si en el difunto había dominado la maldad creían que se transformaban en demonios llamados lemures, como decía Apuleyo en su libro "De Deo Socratis".

Los monumentos funerarios solían estar rodeados de jardines con plantas variadas, y además, de espacios destinados a que los familiares y amigos del difunto pudiesen celebrar banquetes y ceremonias en su honor, entre otros días, en el aniversario de su nacimiento y muerte, fechas en que los monumentos funerarios eran engalanados con guirnaldas y coronas.





En el caso de inhumación se colocaba un ajuar de objetos personales junto al cuerpo, ya que en un principio creían que el alma permanecía junto al cuerpo, pero con el tiempo se impuso la idea de que esta salía de él como más arriba se apuntó.

Estos ritos fueron cambiando a lo largo del tiempo y fueron sustituidos por la inhumación con la generalización del Cristianismo.

Las imágenes anteriores proceden de los monumentos funerarios y museos de Augusta Emérita.


LOS COLUMBARIOS DE ALMUÑÉCAR (SEXI FIRMUM IULIUM)
La palabra columbarium significa en latín palomar, por parecido que tenían con estas construcciones destinadas a alojar palomas. Se construían fuera de las ciudades para evitar enfermedades, normalmente junto a los caminos de salida o de villas. Algunos se conservan aún, como la Torre del Monje o el columbario de Antonino Rufo en La Albina, ambos en Almuñécar.
Estos sepulcros colectivos, normalmente de planta cuadrada cubierta por una bóveda, tenían las paredes llenas de pequeños nichos similares a los de un palomar. Cada nicho se cerraba con una placa de mármol en la que aparecían nombre y cualidad del muerto. El interior se completaba con ornamentación lujosa a base de mármoles, estucos y pinturas.

Columbario de la Torre del Monje. 
Monumento finerario colectivo fechado a finales del siglo I o a principios del siglo II d. de Cristo. Se localiza a dos km de Almuñecar. El material constructivo consiste en sillarejo irregular de pizarra unido por mortero. Su planta es cuadrada con tres metros de lado y la cubierta una falsa bóveda. Tiene forma de torre con influencias orientales que interiormente consta de dos pisos. Cerca de él se han encontrado las ruinas de una villa o casa señorial de campo.

Columbario Romano Torre del Monje, exterior.

Materiales constructivos, lajas de pizarra y sillarejo unidos con mortero de cal y arena.

Sala superior con los nichos para colocar las urnas cinerarias,
recordemos que estos se hallaban cerrados por lápidas de mármol
 y los muros decorados con estucos y pinturas hoy desaparecidas.


Sótano

Columbario de Antonino Rufo en La Albina.
El edificio tenía una sala cubierta por una bóveda de lajas de piedra en cuyos muros se situaban una serie de nichos en los que se colocaban las urnas cinerarias destinadas a contener las cenizas del difunto. en la pared del fondo se abren los restos de un gran arcosolio que cubría una especie de banco con agujeros circulares en la superficie superior usados para encajar vasijas.

Restos del columbario, en un estado de dejadez total.
A nuestra izquierda tres filas de nichos para contener urnas cinerarias.
A nuestra derecha los restos del arcosolio que cobija los huecos para las vasijas.

Nichos situados a la derecha del arcosolio.

Nichos situados a la izquierda del arcosolio.
Todo en un lamentable estado de abandono.

Huecos redondos bajo el arcosolio con huecos para depositar encina vasijas.

Hueco para depositar vasijas.

Trozo de opus signinum reutilizado.
 Este material estaba formado por mortero de cal y arena,
junto con trozos menudos de cerámica o de roca silícea
que impermeabilizaba cisternas, estanques, piscinas o acueductos.

Restos del revestimiento interno, en este caso de un nicho, que debió estar decorado.

Arranque de la Bóveda que cubría la estancia.

Resto cerámico reutilizado en sus muros.


Mausoleo del acueducto

Se haya situado junto a la vía que comunicaba la actual Nerja con Selambina, a poca distancia de la ciudad, justo en el tramo final del acueducto.
Los restos corresponden a un edificio que debió estar decorado con cierta riqueza dadas sus dimensiones. A su alrededor debió haber un jardín y zona de culto a los antepasados, como era habitual.

Mausoleo o monumento funerario 

Sepulturas romanas en el castillo de San Miguel.


La inhumación se generalizó tras la expansión del cristianismo por todo el imperio quedando olvidada la incineración.


Sepulturas romanas de inhumación halladas en el castillo,
 cubiertas por lajas de piedra. 

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